Otro año pasa, y me deja con la misma sensación agridulce de cada año, cada vez más amplificada.
Llega un punto en la vida en el que te das cuenta de que hay una parte de ti que nadie conoce, una parte de ti que estás reservando para una única persona en el mundo, y no piensas dar ni una sola parte de ese otro “yo” a nadie más, porque estás esperando al momento y la persona indicada.
Y así esperas un año, y no pasa nada, y otro y otro más.
Y llega un año en el que ves que esa parte ya no existe, que hace tiempo que ha muerto y que de ella sólo queda un cadáver en descomposición que cada vez huele peor.
Y cada año, hay millones de cosas que te demuestran que no todo es tan malo. La gente de mi alrededor, esos colegas (a veces inconsistentes) que me recuerdan que están ahí y que harán algunos lo que sea por mi. Y no dudo que mañana será igual, que tendrán cualquier estupidez preparada, que me harán recordar lo importante que soy para ellos, lo especial que soy, incluso que me regalarán algo. Y todo eso es perfecto. Es como un paisaje precioso, un campo extenso hasta donde la vista puede alcanzar, con un cielo perfectamente limpio, la imagen más idílica que podáis concebir…pero que tiene de fondo ese olor nauseabundo, que corrompe todo. Realmente todo es perfecto, cada cosa está en su sitio, y es algo tan estúpido como el cadáver de una parte tuya que reservaste hace años consumiéndose lo que lo echa todo a perder, y puede llevarte a vomitar descontroladamente sobre la hierba de ese campo.
Todo será perfecto una vez más, sonreiré y me lo pasaré bien, recordaré que hay mucha gente a mi lado… pero sé perfectamente que quien puede regalarme lo que realmente deseo jamás lo hará, y los que harían lo que fuera por mi jamás tendrán la capacidad de darme lo que quiero.
El paradigma de la frustración y la impotencia.
Y en cuanto construyes tu vida alrededor de este paradigma, las cosas no pueden salir bien. Puedes tratar de ignorar el olor y disfrutar de lo que tienes alrededor, porque es un verdadero paraíso, pero eso no va a cambiar que tienes un cadáver que enterrar en algún sitio y que, por más que te alejes de él, te seguirá a todas partes. Y cada año te obligará a hacer un balance de tu vida, y te hará recordar que todos los años, por lo que a él respecta, han pasado en balde.
Y que cada año, olerá peor que el anterior.
Hasta que no pueda soportarlo más.
Felices 20. Esto supone un plus de descomposición. El año que viene volveremos a vernos las caras, aunque no puedo olvidarla apenas en esos 365 días.
Hasta el año que viene, pequeño cadáver.